Manuel Bueno: Alas son a pájaro, como patas a perro.
Diseñadores del mes, Diseño | Entrevista por · 08.10.2019
En el ambiente laboral se comparte la idea de que el diseño gráfico es un estilo de vida en lugar de un oficio, la consecuencia de tal forma de pensar es estar mal pagado, trabajar hasta altas horas de la madrugada, llantos de desesperación, sobrevivir de pizza fría y chela como pago de horas extras.
Manuel Bueno atiende el malestar del mundo creativo repensando el diseño a través de analogías para crear nuevos procesos de trabajo.

MINI PRINT, La esperanza. Macolen. ©Manuel Bueno
Cuéntanos sobre ti.
Soy Manuel, estudié Diseño y Comunicación Visual en Centro. Tardé diez años en titularme porque trabajé desde muy temprano en la carrera y se me hizo fácil.
¿Te llenaste de cosas por hacer?
Pues no, como que al final no sentí que lo necesitara. Fue como ¿wey, para?, no soy un médico, no soy un abogado, ¿sabes?, no me van a meter a la cárcel por ejercer sin cédula.
Desde la escuela me empezaron a jalar los profes. Me aburro rápido; entonces siempre era: ya acabé, qué más, qué más, qué más… y así empecé a trabajar desde segundo semestre.

Macolen, Imagen del archivo de Manuel Bueno. ©Manuel Bueno
¿En qué empezaste a trabajar?
En despachos de diseño, o sea, talleres de diseño gráfico haciendo identidad corporativa, logos, libros, flyers, panfletos… era lo que al final es muy fácil para mí hacer. Como que me viene fácil.
Aprendí un montón en todos esos talleres y eventualmente me cansé de eso. También, siempre he sido como muy alfa, muy cretino, me la creí muy rápido, entonces, que sea como yo digo, que sean mis referencias, que sean mis colores, bueno, ya no tanto, ja, ja, pero si, era muy así.
Cuando renuncié al último despacho en el que estuve, empecé una serie de empresas que al principio eran muy buenas. ELHC, eran espacios privados para uso público con una agenda cultural grande y, al final, la operación nos mató. Dos socios y yo, hicimos siete empresas de golpe, las abrimos, fuimos muy voraces… y tronaron las empresas. En este descontrol, armé un taller de diseño Pesca al Curricán y la imprenta Macolen & Kevelyn, fueron los únicos que sobrevivieron, al final era lo único que sí sabía hacer.
Con base en eso, fue como avanzar en una metodología para el diseño gráfico.
Siempre he sentido que en México el diseño gráfico es un lujo y entonces se accede [a él] como lujo. Al hacerse como cirugía estética, no cirugía necesaria, el abordaje cliente-diseñador, diseñador-cliente proveedor- diseñador es una locura, y justo termina siendo como el cliché del diseñador de “no están pagando”, “estoy sufriendo”, “no me está funcionando”, “clientes feos”, “siempre me cambian todo” ña, ña, ña. No debería de ser así.
Los plomeros, los sastres, los médicos, los electricistas, los servicios; no sufren. Más bien, abordo el diseño gráfico como un Playmobil más, no tanto como esta aspiración divina, luz creadora.
Viéndolo desde esta posición, ¿te sigue apasionando?
Ya encontré otras cosas que me apasionan. También me compré la idea en la universidad que era de los pocos afortunados que trabaja en lo que le gustaba y… ¿será?, ¿será que me tengo que ir con este placebo? Porque… ok, “estoy sufriendo, pero vivo de lo que me gusta”. ¿Debería de seguir en este tren? Mi familia es de médicos, y cuando terminan de ser médicos son gente normal. En Netflix no ven series de médicos, sus libros no son de medicina, su ropa no es de medicina, no van a eventos de medicina; van a eventos de lo que les gusta. Más bien debería emanciparlo, no tiene porqué ser la misma cosa.
Y una cosa es el trabajo que es el servicio. “Mira: hay estas reglas y estos tiempos, ¿quieres o no? El tiempo mínimo es éste, yo puedo decir que no, tú puedes decir que no. ¿estamos? sí. Va”.
Obviamente, no es que ya tenga ese budismo laboral, aún me cuesta trabajo decir cosas, me cuesta trabajo articular detalles, pero es buscar esta onda de un contrato. Ni yo voy a poner de más, ni tú tienes que tragarte de más.
No voy a decir “esto me encanta, es mi pasión”, si es la panadería de alguien más, es su pasión. No creo que el ortopedista diga “puta, este fémur, ¡ay manito!”. No, hay que curarlo y next.
Abordándolo así es como me da mucha paz este trabajo.

Macolen en MINSO, Imagen del archivo de Manuel Bueno. ©Manuel Bueno
¿Entonces te costó madurar para llegar a esto?
Siete años y siete empresas rotas, sufrimiento, llanto en la noche, decir: “la cagué, escogí la profesión incorrecta, debí ser médico como todos”. De pronto es como, sí está bien lo que escogí, pero lo tengo que ver como un trabajo y no como otra cosa. Como Bruno Díaz.
Empieza un momento y termina el otro momento. No contesto nada por WhatsApp, no contesto después de las siete, no trabajo antes de las doce. ¿Por qué tengo que ser infeliz a deshoras?
Nadie nunca dijo antes de morir: “ojalá hubiera trabajado más”. Bueno, tengo que hacer menos cosas que me dejen la misma cantidad de dinero que hacer miles de cosas…
¿Encontraste la forma de hacerlo sustentable y poder decir no?
Creo que más bien que ahí está el terror de los diseñadores. No debería de haber ese terror. Sí hago lo que quiero, pero hay muchas cosas que sí tenemos que hacer, como producir tarjetas de presentación, flyers, encontrar un esquema de venta de obra gráfica para que funcione.
No forzar el “quiero ser feliz con lo que hago”. Mejor salimos a las siete y cada quien es feliz fuera del trabajo con sus cosas. O sea, sin un súper placebo de “soy feliz pero no puedo ir a la fiesta”, “soy feliz pero no puedo salir porque tengo un freelance”, “y.. ya tengo gastritis”, why? Es encontrar un equilibrio.
Actualmente, ¿cuáles son los proyectos que tienes y cómo los iniciaste?
Ahorita todo ha llegado. Me muevo muy poco en cuestión de promoción y llega mucho a mí. Fue medio orgánico. No tengo un portafolio correcto, ni una página web que funcione bien, soy torpe en las redes sociales, hay un montón de cosas que no sé qué, pero funcionan.
Y como taller de diseño gráfico tenemos como cinco cuentas tranquilas, no nos matamos, intentamos articular todo sanamente. Entonces invertimos los procesos de los cambios, ahora, en lugar de ser un taller o alguien que te hace una propuesta, tenemos un menú con lo que sí podemos hacer y cuánto cuesta.
¿También al cliente le hace fácil ponerse de acuerdo con el diseñador?
Sí, y justo es empezar a darle al otro las reglas del juego. Porque mucha gente no sabe cómo trabajar con un diseñador gráfico. Sabe cómo usar un plomero, pero en diseño gráfico, [el cliente piensa] “tengo un proyecto ¿qué sigue? ¿cuánto me va a costar? ¿cuánto tiempo vas a estar en mi vida?”
Llegó Manu y empezamos a repensar el diseño gráfico para que fuera muy fácil. Entonces, hicimos un menú con logo en blanco y negro, logo a color, tipografía para el logo, tipografía solita… todo lo que sentimos que podía utilizar una marca y que la persona elija. Que cada quien se compre al final lo que necesite o quiera. Tampoco nos gusta esta onda de “yo sé lo que tú necesitas”.

Ilustración 0001. ©Manuel Bueno
¿Cómo llegaste a esos procesos?
Con puras analogías, creo. Con entender lo que me funciona a mí como humano. Me caga que me digan qué hacer, que me den las cosas resultas, que me propongan de más. Llego a una tienda de Inditex a comprarme algo y no me gusta que me estén sugiriendo cosas, me gusta decir lo que quiero y ya. ¿Y si le damos chance al cliente de hacer lo que él quiera, y como él quiera?
¿Ya no esperas una inspiración, o algo en particular, para motivarte a trabajar?
Un poco motivarme para trabajar es tener sentido de responsabilidad porque entre mejor lo haga en los tiempos que acordé, más rico va a ser a partir de las siete y menos ansiedad voy a cargar a mi casa. Es una especie de salud post trabajo.
Darle su espacio a los procesos es lo que me ha ayudado para tampoco esperar una inspiración divina.
¿Cómo surgen estos proyectos donde intervienes obra de otros ilustradores?
Eso es Macolen. Me dio mucha salud mental dividir.
El taller de diseño es Pesca al Curricán y se articula como autónomo. Tiene sus clientes, su contabilidad, sus cuentas, sus correos. Por otro lado, está Macolen que es la imprenta. Físicamente es raro porque es la misma cosa, pero conceptualmente es muy distinto.
En Macolen tenemos dos líneas importantes de comercio. Una es producción, todo lo que se pueda imprimir en la risografía y tenga uso comercial. Y la otra es edición y venta de obra gráfica. Empecé con eso hace cinco años, buscando ilustradores que me gustaban y editándolos, sugiriendo cambios o escogiendo piezas.
Ahora viene un proceso de desacelere para entender lo que se está haciendo, pensar más. Porque al estar todo disponible todo está igual. Eso es lo que estamos haciendo ahorita, pensar más en el proceso para que funcione. Me siento muy cómodo y al mismo tiempo estoy dando muchas clases, la onda académica me ayuda a poner en orden las otras dos cosas.
¿En la docencia compartes tu visión sobre el diseño?
Sí. En la docencia en vez de abordar la educación desde el no, ahora es desde un proceso. Más como tutoría y no tanto en latigazo. Si le hace sentido al alumno, para mí está bien.
Hay un plan de estudios que seguimos, pero hay que irlo construyendo. Es muy variable.
Me ha servido mucho abrir procesos y hablar de ellos.
¿Eso enriqueció o te dio un estilo?
Creo que tener un estilo hace daño, por el hecho de tener que hacer como máquina de producción. No hay algo específico qué hacer. Me gustaría pensar que no tengo un estilo, sino formas de resolver.
Soy muy infantil en gustos, pero al hablar con el equipo, se va construyendo y te llevas algo. Nos vamos compartiendo referencias o rebotando ideas.

10 mil seguidores Macolen. Del archivo de Manuel. ©Manuel Bueno
¿Crees que estos procesos socialmente están sumando algo?
Siento que sí pero que va lento. Porque siento que cada vez está más cerca de existir el Playmobil diseñador, o de salir en una caricatura, o de existir la Barbie diseñadora porque ya es algo que se pueda entender.
Sigue habiendo como una sorpresa de las demás personas de que sí tengo clientes, sí hago facturas, sí tengo Excels. Es una empresa, pero también puedo tener una expo y articularme de maneras diferentes entendiendo que es chamba.
Gente no creativa está entendiendo no sólo la importancia, sino también cómo incorporar a los diseñadores en su vida, pero, a su vez, se empiezan a hacer clichés. Al hacerse los estándares se empieza a condicionar, como el que debes usar Mac y no.
¿Qué falta para que se termine de entender?
Es puro pedo de los creativos, saber cómo te usan. Delimitar los bordecitos entre lo que hace cada quien y entender que hay límites.
Dejar al cliente que haga lo que quiera con lo que compró. Si compró el logo y lo modifica sin shift, te vale, ya es su logo. Hay un paternalismo del diseño de “lo está usando mal” y es ahí cuando terminas sufriendo, haciendo diario algo que te caga. Si se establece desde el principio las reglas, la relación con el cliente es sólo mientras dura el proyecto y no se vuelve un eterno-cliente de cambios.
¿Qué viene para ti y tus proyectos?
Más academia, más docencia, más poder bajar a papel lo que pienso. Enfocarme más a hacer temarios, como se pueden desarrollar. Más teoría que práctica y dejar la práctica para después de las siete en un cafecito, más libretas y dibujos míos.
Y para los clientes, talleres y consultorías, un pasito antes de yo resolver su petición. Me entusiasma muchísimo.
Quiero diseñar procesos y formas de compartir las cosas. Por ejemplo, cómo compartir la información al administrador, cómo compartirla con clientes o talleres para civiles para que funcione su trabajo con un creativo de forma saludable.
Es una forma de concebir al diseño como servicio. El objetivo siempre es trabajar menos y cotorrear más.

Pesca al Currican. Del archivo de Manuel. ©Manuel Bueno
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