El cuerpo como conflicto – Texto curatorial
Artes Visuales, Artistas del mes | Texto especializado por Gloria Martha Hernández García · 21.04.2025
Al nacer, quedamos expulsados a un ambiente en donde estamos expuestos al amor o desamor de quienes nos engendraron y de terceros, esas vivencias marcan una diferencia en los adultos, somos vulnerables, algunos están marcados por condiciones que acentúan una condición frágil: la enfermedad, el género, el carácter. Con el correr del tiempo se entra en una dinámica diversa, la piel está presta a un sinfín de sensaciones: la ternura, lo lúdico, lo erótico, la agresión, el rechazo, la transgresión, el cansancio, la aburrición, el miedo y el horror, entre tantas otras.
Itzel Beltrán vino al mundo para ser testigo de ese caudal de emociones, por medio de su arte, sin miedo, expresa con una certera seguridad en el soporte que tenga enfrente las heridas de la vida, sea papel o lienzo, sea tabla o yute, y con una gran variedad de técnicas escudriña ese espectro de situaciones, ya sea con trazos finos o con pinceladas cargadas de pigmento nos transmite lo que la carne siente, nos hace conscientes que la vida es compleja y cargada de sinsabores.
Sus filiaciones estilísticas con Bacon y Lucian Freud son evidentes, del primero diría que comparte la idea de que la vida, desde el nacimiento hasta la muerte, es una larga destrucción, de ahí la crudeza y el carácter expresionista, del segundo, recupera las paletas cromáticas ricas en tonalidades y que nos causan deleite, ópticas ampliadas de la piel hasta que se vuelve girones, amasijo de carnes desgarradas, enfrentándonos a nuestra mortalidad, nos recuerdan que no somos uno en una sola vida, sino muchos “yo” en infinidad de circunstancias, nos deconstruimos día a día y nos levantamos diferentes, citando a Nietzsche:
“Dudo mucho que un dolor así no haga mejores; pero sé que no vuelve más profundos: Bien sea porque aprendamos a oponerle nuestro orgullo, nuestra burla, nuestra fuerza de voluntad (La Gaya Ciencia, p. 27).
Sin embargo, con quien Itzel guarda un diálogo más cercano es con la artista Eva Hesse (Hamburgo 1936, Nueva York, 1970), ambas comparten una poética del cuerpo humano, la artista nos lleva por un recorrido que va desde el desnudo, pasando por las expresiones de emociones, hasta imágenes biomórficas. En varias de su obras hay un carácter performático en las que se entrelazan el movimiento físico de la artista, el título de sus obras y el gesto del cuerpo representado, no en vano ella misma también ejecuta el performance, de allí la gestualidad de su obra en la que apreciamos telas deshilachadas que salen del marco, horadaciones en las mismas, clavos, resinas que le dan pesantez a la representación y nos remiten a pedazos de piel lubricados, sudorosos en una lucha eterna del cuerpo contra la enfermedad, los cambios de carácter, las vicisitudes propias de lo cotidiano, así, la pintura deviene poco a poco en relieves escultóricos en los que el título carga de significado el gesto del cuerpo representado como en “Pareces, padeces, y desapareces”.
No menos importante es la danza Butoh como recurso importante en la artista, lenguaje artístico originario de Japón y que apareció en tiempos posteriores a la Segunda Guerra Mundial, expresa el horror de presenciar el dolor, el daño y sufrimiento infligido a la población. La pintora recurre a ese arte para incorporar en su producción mayor gestualidad, con un resultado disímil: nos atraen los efectos estéticos, pero nos repele saber lo que la destrucción hacia la propia humanidad ejercida por ella misma crea, a pesar de todo, nos convence de que hay belleza en la tragedia.
Toluca de Lerdo, Estado de México, 4 de octubre de 2024.
Gloria Hernández
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