Texto curatorial: “Que no quede huella”
Artes Visuales | Crítica y opinión por Gloria Martha Hernández García · 12.09.2024
El tiempo, tempus en latín, término que significa “extensión” o “medida” y es objeto de múltiples y encontradas reflexiones, por parte de filósofos, científicos, poetas, artistas y cualquier ser humano que mínimamente se detenga a considerar su existencia. Para unos, representa una medida convencional del desarrollo de algo, la duración de eventos, para otros incluso, no existe, lo consideran producto de la mente, para Kant es una de las condiciones a priori de la existencia, para Bergson es un continuus de sucesos, otros más sostienen que es una magnitud absoluta, Einstein afirmó desde su teoría que es relativo, para culturas originarias de México es cíclico, para la religión cristiana es teleológico.
Pero para la artista visual Ángela Gaitán (Bogotá, Colombia), el tiempo es un contenedor de objetos altamente significativos, te anclan a una historia, a una identidad familiar, te dan un sentido de pertenencia cultural, las herramientas cotidianas, como el martillo que usaba tal vez el padre o la carpeta tejida por la abuela y presente por generaciones en la vitrina del comedor, en la mesa de centro de la sala junto a las fotos familiares, constituyen, joyas domésticas, íntimas que le dan arraigo a un espacio doméstico, cotidiano, afable, cargado de celebraciones familiares, de música de su tierra y que la acompaña dondequiera que va.
El tiempo, sin embargo, también es implacable, deteriora las cosas, rasga las telas, carga de polvo todo, y lo que alguna vez fue símbolo de alegría, de calidez, tiene a percudirse, a quebrarse, a pasar de moda, a olvidarse, a morir. Ángela realiza un acto de resistencia y realiza, en una especie de conjuro alquímico, fósiles de esos objetos, antaño familiares, ahora, mediante su quehacer artístico, joyas arqueológicas, niega su desaparición, se perderá su utilidad, pero se conservará su significado negándose a morir retando a su caducidad.
La presente exposición es una invitación a sumergirse en una cápsula del tiempo, donde la melancolía por recordar el espacio doméstico, íntimo, de la vida familiar, nos enfrenta a su inexorable destino, causa dolor la pérdida de la infancia, de la familia, del país, sólo mediante la alquimia poética de la “fosilización” ejercida por la artista se prolonga un espacio y tiempo añorado. “Que no quede huella” es la consigna de lo que inevitablemente perecerá, pero la huella indeleble de lo que amamos y no hace humanos perdurará gracias a la obra de Ángela Gaitán.
Gloria Hernández
Ciudad de México, junio de 2024.
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional